No, Horneros no se tomó las cosas a la ligera. Apenas consumado el triunfo ante La Tradición, la idea surgió como una flecha desde la cabeza del Profe Loncha: concentrar para el último partido contra Mapuche "Celeste", el que iba a decidir la suerte del equipo en su sueño de lograr el Ascenso.

Las habitaciones estuvieron finamente planeadas. Por un lado, estaba el semillero: Juancho, Bubu, Tomi y Rodri. Luego, los más veteranos, la cuota de seriedad del equipo: el Doc, Franky, Bebi, el Melli Diego y Rueda. Por último, los conflictivos, aquellos elementos más peligrosos del grupo: Narigón Pérez, Melli Negro, Crouch Korn y Pablito Conti. Ojo, todos ellos secundados por la mirada controladora del técnico, que astutamente se colocó en el centro del huracán.

Cuando fuimos a cenar, nos dimos cuenta que nuestra fantasía era bastante real. "¿Ustedes son los futbolistas?", tiró una de las chicas que servía. Inflamos el pecho, nos creímos un poco todo aquello y nos sentamos para comer una carne deliciosa que nadie supo bien si era osobuco, tortugita o directamente carnaza. En fin, estaba rico. De postre, un palito bombón helado marca Eskimo. Jugadores sí, pero del Ascenso. Nunca más apropiado.

La noche trajo un poco de todo: un tibio complot contra los veteranos (luego vengado con sangre en el dedo de Pérez), mucha Playstation (donde se destacaron Tomi y Rodri, también campeones anuales de fútbol tenis) y un partido de truco aburridísimo que terminó con un lapidario 30-11 para el trío Loncha-Tomi-Rueda. Luego, a dormir, aunque Pablito se fue a bailar de incógnito y dejó en su lugar una grabación para que nadie notara su ausencia.
Un millón de ronquidos del Doc después, fue tiempo de levantarse. Desayuno, fútbol tenis y pelotazo tremendo en la cara de Crouch Korn, que se descalibró y minutos más tarde hizo pedazos el ventanal de una habitación a segundos de abandonar el lugar. A barrer y pagar, claro está. Era el broche final, la señal perfecta que indicaba que estabamos listos para partir.
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