¿Cuando sucedió? ¿Cómo? ¿Acaso fue un flechazo instantáneo o simplemente el sentimiento fue creciendo día a día, partido a partido, año tras año? ¿Hay alguna explicación posible? ¿Cómo mierda se entiende que uno se enamore perdidamente de una camiseta, de un equipo de fútbol? ¿Por qué uno sufre estrepitosamente cuando la derrota toca a la puerta? ¿Por qué uno se convierte en el tipo más feliz del mundo cuando llega el grito de gol, la ansiada victoria, el ascenso tan esperado?
Domingo 26 de noviembre. Horneros “F” espera por Mapuche en el Reducto, el templo sagrado de Ingeniero Maui. No es un partido más. Los Pájaros Asesinos vienen de una trascendental victoria ante Cuba Fátima y están a un paso del ascenso a la “B”. El rival de turno es Mapuche, pero más que nada las ausencias: Peter Crouch se casa en Punta del Este (justo ahora, quién lo hubiera dicho...) y la lista de invitados se lleva a Colocha Korn, Bubugol Melamed, Pusineri Augeri, Ostra Dychter y Juancho Yannone. Con 13 guerreros en sus filas, el equipo de la dupla MJ espera por Mapuche. Pero Mapuche no llega... Y no llegará nunca...
El capitán Rocha da la noticia sobre la no presentación del rival y una sensación agridulce se apodera del equipo: felicidad por tres puntos clave, amargura por no poder ganarlos adentro de la cancha, por no poder desplegar toda esa adrenalina acumulada en la semana, cada vez que uno pensaba en este partido. Algunos superan rápidamente esa sensación agriduluce y proponen ir ya mismo por unas cervezas frías. La dupla técnica, algo más pensante, decide aprovechar para ensayar un entrenamiento liviano de cara a la última fecha. El domingo que viene hay que visitar a Campo Grande, aunque el ascenso podría quedar sellado esta misma tarde si Ayres del Pilar o Miraflores no ganan sus respectivos encuentros...
El picado-práctica termina 2-0 a favor del equipo de Monas “El Grande”, que defiende un arco minúsculo y ataca hacia otro gigante. Ahora sí, es tiempo de cervezas y de “pegar el oído a la radio”. ¿Cómo va Miraflores? ¿Y Ayres? Los Pájaros Asesinos ponen a funcionar su red de contactos y llegan novedades de otras canchas: Ayres 0-0 parcial con Castores; Miraflores 1-2 y después 2-3 con Campo Grande... Los corazones se aceleran, el ascenso parece estar cerca....
Pasan dos, tres, cuatro cervezas, la ansiedad es cada vez mayor. Ya son casi las seis de la tarde, los partidos deberían estar terminando. Nuevamente, llegan novedades desde otras canchas: Ayres le ganó 1-0 a Castores en la última jugada del partido. Puta madre... ¿Y Miraflores? El informante de turno es nada más y nada menos que Facu Gurevich, joven de dudosa credibilidad por sus cercanos lazos con el equipo de Tortuguitas. Facu dice “Miraflores 3-3”, y luego “quedan 5” y luego agrega “penal” y luego suelta “gol”... Hay confusión, bronca, teorías conspirativas y hasta promesas de ir a buscar al muchacho Gurevich y someterlo a una brutal paliza (qué le hace una mancha más al tigre) en caso que todo aquello sea una maniobra falaz... Todos los ojos miran al whatsapp... Facu escribiendo... (¿salvará su pellejo, sus sutiles rasgos de baby-face?) Facu escribiendo... “Muchachos acaba de perder Miraflores 4 a 2!!!!!” El ascenso ya es una realidad.
A partir de allí, se desencadena la hecatombe, la debacle total, una seguidilla de hechos bochornosos que involucra a un eufórico grupo de Pájaros Asesinos Hambrientos de Gloria: Rocha paga lo que sea por una botella de champagne medio pelo, Pancho Yannone arranca su auto con una mochila en el techo y Peter Lanzani transforma su chata en una tribuna móvil que se llena de jugadores, botellas y alguna otra cosita más... A puro cantito, la caravana inicia un desfile loco por las calles hornereanas que sólo se interrumpe frente a la casa del Doc Loncha, cuando las gargantas -desafiando a las frías estadísticas- entonan “el goleadooor, el goleadooor, el goleadooor, el goleadooor”. La próxima parada -obligada- es el Reducto, donde algunos -los más ágiles- se suben al travesaño y agitan las banderas rojinegras. Lanzani saca de la galera un champú de primera y Pancho Oneto un Chardonnay que no tanto, pero a esa altura todo brebaje sabe a dulce elixir... El Mariscal, algo entonado ya, hace gala de su magistral pegada con un par de cambios de frente para el recuerdo (¿?) y todo termina en la casa del gran Pancho Oneto, reciente sobreviviente de una caída de la chata en movimiento que podría haber sido fatal. Siguen los cantitos y las botellas y la euforia loca. Horneros “F” ya es de la “B”, un sueño cumplido.
Como siempre, hay que seguir, hay que seguir. Y la cosa sigue con un banderazo frente a la casa de Monas. El grito de “Olé, olé, olé, oleeee, Monaaas, Monaaas” obliga al aventurado guardavallas-locutor a salir de su casa para retribuir el tributo de su gente. La noche comienza a caer y algún barbudo veterano también... Hay que dejar todo, como siempre. Y entonces él va y lo deja todo. A partir de allí, se convierte en una suerte de zombie feliz, un muerto vivo en trance ascendente hacia un paraíso mental.
¿Cuándo sucedió? ¿Cómo? Pocos amores hay que duren toda la vida; el que sentimos por la camiseta de Horneros -sin dudas- es uno de ellos. ¿Prometés amarla y respetarla todos los días de tu vida, en lo próspero y en lo adverso, en el triunfo y en la derrota, de local y de visitante, hasta que la muerte los separe? Sí, claro. Sí, quiero. Cómo no voy a querer...
Hay que seguir (festejando), hay que seguir (por el campeonato).
Resumen del partido:
Los Horneros “F” 2 – Mapuche "Azul" 0 (partido ganado por no presentación del rival)