14/5/19

Toto-Pol-Colo-golón, yo los conozco, son grosos los locos

Subte D, 10:05 de la mañana del lunes 13 de mayo de 2019. Apenas la formación ingresa a la estación Facultad de Medicina, una cincuentona se levanta de su asiento y se dirige rumbo a la puerta. Lleva una bolsa blanca con una inscripción que refuerza aún más la sonrisa que llevo dibujada desde la tarde del domingo. La bolsa pertenece a la marca MIR. La coincidencia hace que se me aparezca la imagen de Joaco "Corazón" Miranda, dolorido, casi al borde de las lágrimas, yendo para adelante como un toro hasta que el cuerpo le dice basta (le había dicho basta un rato antes pero él siguió igual). Ver jugar a Joaco emociona, aunque a veces le salte la térmica. Ver jugar a Horneros, a todos esos Pájaros Asesinos que empujaron y empujaron y empujaron durante ese segundo tiempo del partido contra La Lomada, emocionó. Terminás cansado, aunque hayas estado del otro lado de la línea de cal. Las grandes hazañas necesitan guerreros. Fútbol también, claro está, pero si no tenés tipos dispuestos a todo por la camiseta, la cosa es mucho más difícil. Guerreros-poetas, como los de William Wallace en Corazón Valiente. Guerreros que no renuncien al juego, a la belleza de este deporte hermoso. El domingo 12 de mayo de 2019 siempre será recordado como el día en que los Pájaros Asesinos fueron guerreros poetas y escribieron una página épica en la historia de Los Horneros.

La tarde era perfecta: Reducto con alfombra nueva, sol radiante y hasta líneas decentemente marcadas. El equipo de JT venía de una durísima derrota 3-4 en Banco Provincia, pero todo parecía augurar una jornada triunfal con los tres puntos quedando en casa. El gran Rocha Agesta, arquero-capitán-mánager, seguía de baja en el arco y ahora sus funciones se reducían solamente a mánager, aunque con una estampa magnífica y acompañado de su fiel compañero Woody, tierno talismán rojinegro. La valla estaba bien cubierta por Pancho Yannone y en el otro extremo de la cancha aparecía él, el único e inimitable, el goleador boicoteado por el tramposo Kaprof: Deyverson Abatemarco, un artillero en racha sediento de más conquistas. Hubo foto grupal, con la notoria ausencia de Flecha, recio zaguero devenido en hombre de las nieves, quien mandó sus buenos deseos y quedó a la espera de buenas noticias.

Los deseos de Flecha no fueron órdenes y el partido arrancó con todo menos con buenas noticias. A los pocos segundos de comenzado el juego, el visitante movió la pelota de aquí para allá y ante la pasividad de los Pájaros Asesinos -no tan asesinos en ese arranque- el balón terminó en el fondo de la red. La Lomada se ponía 1-0 casi desde el vestuario, un verdadero mazazo en la nunca para el equipo de Ingeniero Maui. Horneros asimiló el golpe y volvió al libreto habitual de los últimos tiempos, tratando de tener la pelota y de llegar por los costados, aunque faltaban ideas y -sumado al obvio retroceso del visitante- costaba hilvanar situaciones de peligro. De tres cuartos de cancha para adelante, el equipo estaba inconexo y Deyverson comenzaba a fastidiarse. Entre arrestos individuales y pases erráticos, las jugadas se diluían sin llegar al arco rival. La más clara llegó de la mano de dos defensores: patriada del Marisco y gran jugada de Joaco “Corazón” Miranda, aunque con finalización un tanto defectuosa (tenía pase al medio y optó por un zurdazo que le salió mordido).

Entre la impericia del rojinegro y la comodidad del visitante, parecía que aquel primer tiempo terminaría así, pero la cosa se iba a poner aún peor... Una contra y un mal retroceso de los de JT pusieron en aprietos nuevamente al pobre Pancho Yannone, quien casi sin haberla tocado tuvo que ir a buscarla nuevamente al fondo de la red ante un remate cruzado. Increíblemente, Horneros estaba 2-0 abajo. Más que un mazazo en la nuca, aquello se sentía como si Germinator te metiera un planchazo en los dientes con botines de acero reforzado.

El entretiempo fue para alquilar balcones. O directamente para comprarlos e irse a vivir allá bien arriba, donde el DT no pudiera agarrarte. Furioso, casi desconocido, JT empezó a repartir para todos lados con una vehemencia verbal incontenible. Uno tras otro, prácticamente todos los players la iban ligando: algunos esbozaban tibias defensas; otros directamente agachaban la cabeza y asentían. Desencajado, el entrenador seguía con su diatriba aleccionadora, tratando de generar reacción en sus dirigidos. No se salvaba nadie. En un momento, temí que embistiera también contra los que estábamos en el banco de suplentes, porque nos habíamos sentado mal o porque no le habíamos dado una segunda mano de Blem a la madera o algo así. En mi caso, me había bajado lo que quedaba del termo que lleva el escudito del CSDM..., pero afortunadamente el DT no se dio cuenta de mi adicción matera y la furibunda charla quedó ahí nomás.

Las palabras del entrenador parecieron surtir efecto y el equipo salió a jugar el segundo tiempo con otra actitud. El cambio se plasmó en el marcador a los pocos minutos, cuando Franky Augeri, el 10 que es 3, el autotitulado “Jordi Alba” rojinegro, bajó magistralmente un excelente bochazo cruzado del Marisco y metió un centro rasante y venenoso para que un habilitadísimo (perfecto el árbitro en inmejorable posición) Toto Yannone solamente tuviera que empujar la pelota a la red para poner el 1-2. El gol llegó justo cuando se disponía a entrar Pol Rubio, as en la manga que esta vez aguardaba su oportunidad desde el banco (donde el pobre Pol tuvo que soportar una y otra vez las palabras de “aliento” del Doc Loncha: “¿qué te pasó?”, “eras la estrella del equipo...”, “tenías facha, minas, habilidad...”). El descuento no modificó la intención del DT, quien mandó a la cancha al Pol para que hiciera “flipar” a la defensa rival.

Horneros se venía con todo en busca del empate y el partido se empezó a poner picante. El 10 visitante la pisaba y hasta tiraba algún caño, recibiendo algún castigo que otro de los Pájaros Asesinos. El banco de La Lomada comenzó a esconder balones y los ánimos se caldearon, tanto adentro como afuera de la cancha. El partido estuvo algunos minutos parado, aunque no tanto como el árbitro, quien presenció toda la escena con la misma pasividad que mantuvo durante el resto del partido (distancia recorrida: 25 metros). Germinator ingresó para impartir justicia, Facu para aportar pierna fresca ante la salida del averiado Miranda, Pancho Oneto para ponerle una pizca de sal al ataque (cuac...) y Morfet para buscar algún zapatazo salvador.

A pesar de las buenas intenciones del local, los minutos pasaban y el partido se extinguía con el 1-2 en el marcador. El árbitro, con claras intenciones de irse rápido a su casa sin siquiera haber transpirado, adicionó sólo cuatro minutos para un partido que tuvo ocho cambios y que había estado detenido por los mencionados asuntos del banco visitante. Y entonces sucedió... Llámenlo justicia divina, obra del destino, equilibrio cósmico o como quieran..., más bien se trató de una tormenta perfecta, la embestida final de un grupo de guerreros-poetas que al filo del abismo decidió jugarse por entero, dispuesto a morir (o a vivir) de pie, pero nunca a claudicar de rodillas.

Primero fue el Pol Rubio, encarando en diagonal con el mismo desparpajo con que lo hace en el patio del “Insti”, encontrando el resquicio justo y sacando un furibundo derechazo que se clavó arriba con cierta colaboración del arquero. El 2-2 desató la locura, el desenfreno y no pocas dedicatorias, recordando la actitud antideportiva del banco de La Lomada. Pero la cosa no terminó allí... Dos minutos después, el Marisco mandó otro de sus habituales teledirigidos, esta vez con un claro y -bien divisible- objetivo: la cabeza roja de Colocha Korn, que hace rato se había ido a jugar de 9. El lungo Guerrero Vikingo se elevó hacia el cielo, como si definitivamente quisiera sacar pasaje al mítico Valhalla, se quedó un rato allí codéandose con los dioses y los héroes, esperando el llamado del gran Odin y metió un testazo que se coló en el segundo palo y en la historia grande del Club de Campo Los Horneros.

Si el 2-2 había desatado la locura, el épico 3-2 fue un verdadero pandemonium. Gritos desaforados, dedicatorias recargadas, montonera inolvidable... Lo que segundos atrás era derrota dolorosa se había convertido en la más dulce, gloriosa y disfrutable de las victorias, una de esas páginas que quedan grabadas a fuego en el césped del Reducto. Quedó un minuto más de lo poco que había adicionado el árbitro y llegó el silbatazo final. Y continuó el delirio y los abrazos y las quejas de la visita, seguramente más por impotencia que por otra cosa. La historia ya estaba escrita: 12 de mayo de 2019, nueva fecha patria rojinegra. Hay que seguir, hay que seguir...

Resumen del partido:

Los Horneros 3 – La Lomada 2

Formación inicial: Pancho Yannone; Joaco Miranda, Juan Peluffo, Colo Korn, Franky Augeri; Negro Yannone, Bubu Melamed, Tomi Melamed; Alexis Fernández, Toto Yannone, Franco Abatemarco.

Goles, todos en el segundo tiempo: Toto Yannone, Pedro Mucci, Colo Korn.

Cambios: no me acuerdo bien de todos y son las dos de la mañana. ¡Perdón!

¡Y gracias por esta alegría!