
Claro, hay diferencias. Loncha tiene menos dinámica que el ex Ferro, acostumbrado a llegar al fondo de la cancha utilizando su velocidad. Pero el máximo goleador hornereano en actividad tiene, como ese mismo rótulo lo señala, una amistad mucho más profunda con la red.
Una amistad sin motivos, dirían algunos. Una de esas relaciones que no se sabe como se mantienen, porque una de los dos partes no hace demasiado como para que perduren. En eso, Emiliano Loncharich se parece a otro Martín, pero Palermo. No sólo es un "optimista del gol", es un verdadero "devoto", que gracias a la ayuda divina logra que el balón traspase la línea del arco.
Le puede pegar mordido, con la rodilla, la tibia, la nariz y hasta la nalga. Cuando el Doc le pega, la pelota entra casi siempre. Goleador de área chica, dicen algunos. Rebotero, esgrimen otros. No importa: todos valen uno y sólo alcanza con mirar las estadísticas.
Sobre el final del torneo, una lesión le jugó una mala pasada. Viajó a España a atenderse con el cuerpo médico del Real Madrid y ahora está de vuelta para encontrar algún balón en el área, mandarla a guardar y reeditar la gran "Doble Brother", una jugada maestra que sólo pocos conocen. Que así sea.
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